Como dijera alguna vez el jeque Zaki Yamani, un exministro de petróleo de Arabia Saudita, “La edad de piedra llegó a su fin pero no porque se agotaran las piedras, y la era del petróleo llegará a su fin, pero no por el agotamiento del petróleo”.
Hace 100 años, el carbón representaba cerca del 80% del consumo de energía en Estados Unidos. En menos de 20 años, esa proporción se redujo a la mitad, y en menos de 40 años a apenas una quinta parte, a medida que el petróleo fue desplazando al carbón como principal fuente de energía mundial. Esto sucedió aun a pesar de que el carbón era más barato que el petróleo porque no había un verdadero combustible alternativo para los automóviles, los cuales en poco tiempo dejaron de ser un lujo extravagante y se convirtieron en medio preferente de transporte personal. Hoy en día, los automóviles representan alrededor del 45% del consumo mundial de petróleo.
La sustitución del Petróleo como principal fuente de energía podría ser acaso tan rápida como lo fue la del carbón a principios del Siglo XX. Los recientes acontecimientos ocasionados por la pandemia de COVID-19 han desencadenado una serie de eventos que que contribuyen a acelerar el proceso.
La caída del precio del crudo no es provocada únicamente por la propagación global del Coronavirus, sino también en gran medida por el conflicto entre la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y Rusia, que golpea directamente las operaciones exploración y extracción y se espera un efecto negativo mil millonario por el abrupto descenso en la demanda, posibles brotes del COVID-19 en áreas operativas, reducción de mano de obra en trabajos no críticos, restricciones en los viajes y cierres de oficinas. A todo lo anterior, se suman las expectativas de que continúe el desequilibrio entre el nivel de oferta y de demanda por el conflicto entre la OPEP y Rusia.
La magnitud del golpe será proporcional a la disminución drástica de consumo de gasolina, como ya ocurrió en China, y en la medida en que las personas cambien sus hábitos de consumo porque dejaron de salir de casa y la actividad económica generalizada se vea ralentizada. El petróleo se ha convertido, de la noche a la mañana, en uno de los principales factores de incertidumbre para los mercados a escala global.
¿Fin del juego del Petróleo?
El impacto en la economía actual, producto del contexto sanitario y energético, nos ha dado señales de que la recuperación económica y del sector de hidrocarburos no llegará pronto; sin embargo, la industria privada y gobierno deben estar atentos y preparados, dispuestos a trabajar juntos, para enfrentar, de una mejor manera, los retos que vengan en el corto plazo.
Se proyecta que la demanda de petróleo caerá un 20% a corto plazo. Por lo tanto, cualquier tipo de acuerdo puede ser insuficiente, sabiendo que las instalaciones de almacenamiento están alcanzando su capacidad. Mientras la demanda no aumente inesperadamente, su petróleo no tiene a dónde ir. En el momento en que cambien, comenzarán a bombear nuevamente, y los negocios petroleros de Estados Unidos y Canadá se enfrentarán a una consolidación financiera poco atractiva o incluso la bancarrota.
No hay retorno a la normalidad para los productores de esquisto y arenas bituminosas. De ahora en adelante, el destino de la industria petrolera estadounidense está ligado a los decisiones de Rusia y Arabia Saudí pero no mucho, porque la demanda continuará disminuyendo a medida que las energías renovables de bajo coste sigan impulsando la transición energética.
Las inversiones en esquisto bituminoso y en las arenas petrolíferas se convertirán en activos varados, incluso si se vuelve a la «normalidad». Los días del petróleo están contados antes del Coronavirus, y se contarán después.
No tiene sentido revivir una industria petrolera moribunda solo para matarla nuevamente unos años más tarde. No tiene sentido recrear trabajos que no sobrevivirán a la transición energética. Los combustibles fósiles están en declive a pesar de que ya gozan de miles de millones en subsidios gubernamentales.
Del Modelo T al Modelo 3 de Tesla
Con el ascenso de los vehículos eléctricos y la energía renovable, es posible que el mundo esté al borde de una revolución en el transporte y la tecnología energética más amigable que podría transformar el mercado del petróleo de la misma manera en que el mercado del carbón sufrió una transformación hace un siglo. Tal como ocurrió con el carbón entonces, la proporción del petróleo en la demanda mundial de energía podría desplomarse en las próximas décadas.
El punto de inflexión fue 1917, año en que Ford vendió por primera vez un vehículo fabricado en serie y económico. Los vehículos eléctricos podrían estar por alcanzar un punto similar: varias empresas están empezando a ofrecer modelos por alrededor de USD 35.000, aproximadamente el precio medio de un automóvil nuevo en Estados Unidos hoy en día.
Dados sus costos mucho más bajos de mantenimiento y consumo de combustible, no cabe negar que los vehículos eléctricos podrían desplazar a una gran cantidad de automóviles en un futuro no muy lejano. La pregunta en realidad no es “si esto va a suceder”, sino más bien “cuándo va a suceder”.
Con el ascenso de los vehículos eléctricos y la energía renovable, es posible que el mundo esté al borde de una revolución en el transporte y la tecnología energética que podría transformar el mercado del petróleo de la misma manera en que el mercado del carbón sufrió una transformación hace un siglo. Tal como ocurrió con el carbón entonces, la proporción del petróleo en la demanda mundial de energía podría desplomarse en las próximos años para no recuperarse jamás.
Así como está pasando con el transporte, el hecho de que el petróleo se vuelva obsoleto, dará a las nuevas tecnologías mas amigables con el ambiente desde la generación, transmisión y distribución de la energía eléctrica una oportunidad de crecimiento mucho mayor en el corto y mediano plazo.
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